hoja informativa

sábado, 12 de diciembre de 2009

Culminando el Curso de Promotores Juveniles

Este era mi último viaje. Esta vez iba más cargado que nunca: combustible para el motogenerador, bocaditos, proyector, globos, etc. Todo lo necesario para que la ceremonia de clausura del curso con los promotores juveniles en salud preventiva y la despedida de los voluntarios, sea inolvidable. Habían transcurrido seis meses de haber empezado el proyecto.
Mentalmente repasaba una vez más el itinerario de mi viaje: salida de Piura a las 7:00 a.m, pasamos por el Km.50, Km. 65, Carrasquillo, Buenos Aires, El Ala, Juan Velasco, Río Seco, Hualas, Malacasí, Salitral, Piedra Blanca, San Juan de Bigote, La Pareja, La Quemazón, Palo Negro, Barrios, Cruce Coyona/Los Ranchos, Pampas de Cilia y el Cruce Coyona/San Francisco.
Algunos minutos, pasada la 1:00 p.m la camioneta estaba ingresando a San Francisco. Al bajar verifico que había llegado sin gota de combustible. Mi galonera plástica había sido aplastada por una caja de mangos. Marcelo, el chofer, esta vez no recibiría mi pasaje... Algo tenía que hacer para conseguir más combustible, la “función tenía que continuar …”

Después de saludar a los voluntarios, dejar mis paquetes y contarles los contratiempos, me dirigí a casa de Zoila, la “madre peruana” de Valeria. En su casa se habían reunido algunas señoras. Su objetivo: preparar el estafado de gallina criolla más rico, que los voluntarios no puedan olvidar. Era una sorpresa, pero como secreto no duró mucho … Luego de curiosear un poco entre las ollas, fuimos a buscar a las chicas. Era hora de empezar a decorar el local comunal. Todos ayudaban a inflar los globos multicolores,ponerles en el techo, en las paredes, hacer el cartel de bienvenida. Todo en un ambiente de alegría. A este punto, Curtis había logrado conseguir gasolina, un galón de 84. Esperábamos que sea suficiente para hacer funcionar el motor, para la luz, para el sonido y música, pues en todo el pueblo ya no había más...
Eran las siete de la noche y los padres iban apareciendo. Se ubicaban en las bancas pegadas a las paredes. Como siempre, las mujeres a un lado, los hombres al otro y a un extremo, cerca a nosotros, promotoras y promotores juveniles, convertidos en un caballeritos y lindas damitas, haciendo gala de sus mejores prendas. Eran una noche especial. Llego la hora de empezar y Javier Castro, el técnico del puesto de salud la hacía de maestro de ceremonia. Valeria y Curtis, explicaron en que consistió el curso de promotores juveniles en salud preventiva. .Minutos antes, yo explicaba cómo había surgido el proyecto. Luego se presentaron vía power point, un sinnúmero de fotos del trabajo, que gustó tanto que tuvo que repetirse tres veces. Se entregaron certificados de participación a todos los promotores juveniles y a las personas que de una u otra manera habían apoyado. La cámara fotográfica no dejaba de registrar cada momento. Dos jovencitas destacadas: Yésica y Malú, fueron las encargadas de agradecer con palabras sencillas, sinceras y sentidas, que por un momento pensé que terminarían en llanto … pensar que cuando empezamos no podían dirigir ni una palabra en público. Si que era una noche especial.
Llegó la hora que las señoras sirviesen los potajes preparados. Orgullosas llenaban sus platos de arroz y estofado de gallina criolla. Como una deferencia los primeros platos fueron servidos a los voluntarios. Luego todos comieron, hasta los que estaban desde las ventanas expectando lo que ocurría. Luego silencio total. “El hielo” no se rompía. Las miradas se entrecruzaban, sin atinar a nada. Después de un buen rato la timidez fue desapareciendo a ritmo de cumbias y sanjuanitos. Isaac, el “papá peruano” de Valeria, era el más entusiasta, y por supuesto la primera pieza musical fue con ella. Luego se unirían otros moradores. La sorpresa de la noche la dio Curtis, que demostró ser un gran bailarín … la gente estaba tan contenta que los “gringos“ compartiesen sus últimas horas en el caserío con ellos, que se animaron a hacerles “una rondita”. Todos cogidos de la mano y ellos al centro, bailando con cada uno de los asistentes, sonrisas, carcajadas, pasos innovadores … la reunión se había convertido en una fiesta y estaba en todo su esplendor … el tiempo avanzaba, y como todo comienzo tiene su fin, la medianoche anunciaba la hora de la despedida … abrazos y buenos deseos, marcaron los últimos minutos. Fue una gran noche. Al día siguiente un sol radiante nos hacía dudar que fuesen las 5:30 a.m. La mayoría aun dormía. Con mochilas y paquetes empezamos la retirada, recorriendo el sendero que nos llevaría al cruce de Coyona, donde esperaríamos la camioneta de Marcelo que nos retornaría a Piura. Atrás quedaban los amigos, las promesas de volver y el recuerdo de una gran experiencia, que ya empezábamos a extrañar …

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